sábado, 1 de julio de 2023

Dos chicos


Alicia no se consideraba precisamente una mojigata en el plano sexual. Tampoco es que fuera una mujer de esas que llaman “de moral distraída”, pero llevaba algo de camino recorrido a lo largo de su vida con los varios ligues y relaciones que había tenido. No era “una experta”, pero tenía algo de “experiencia”.

A sus casi treinta años, y conservando como conservaba aún su belleza, su juventud madura, su cuerpo aún apetecible, sus curvas de mujer sin estropear, su piel tersa, su cabello espectacular… Alicia llamaba la atención allá donde fuera. Era hermosa a rabiar y ella lo sabía. Y precisamente esa belleza le había permitido siempre haber podido escoger con mucha facilidad los chicos con los que se relacionaba. Siempre había algún chico a su alrededor lo suficientemente enamorado de ella como para sentirse cortejada casi permanentemente. Y aunque no era una mujer superficial y no se fijaba sólo en el aspecto físico de sus pretendientes, que también, el poder escoger entre muchos siempre le daba la oportunidad de aceptar aquellas relaciones que más le interesaban por una razón u otra. A diferencia de la mayoría de sus amigas, Alicia tenía el listón muy alto y sólo permitía a ciertos chicos acercarse a ella con según qué intenciones. Tenían que ser, aparte de guapos, por supuesto, interesantes en muchos otros aspectos de la vida. Buscaba en ellos sobre todo sinceridad y honestidad, sentido común, que tuvieran la cabeza bien amueblada y las ideas muy claras. Y si algo detestaba eran precisamente los tan abundantes niñatos que se sabían guapos o musculitos típicos de película, que por regla general siempre solían tener la cabeza más bien vacía.

Por todas estas cosas y otras muchas, Alicia había tenido variadas relaciones con muchos y muy diferentes tipos de chicos. Pensaba que la vida era muy corta para atarse demasiado pronto, y aunque en su horizonte lejano sí se atisbaba la idea de cimentar una relación duradera y formar una familia, desde sus dieciséis añitos había tenido siempre claro que hasta los cuarenta como poco, la vida estaba hecha para disfrutarla de forma algo alocada. Ya vendría después el tiempo de serenarse y establecer rumbos más seleccionados en su vida.

Si hubiera tenido que apuntar en un papel el listado de chicos con los que había salido, a buen seguro que habría sido largo y con varias hojas. Había tenido infinidad de novios, rollos, ligues y aventuras de todo tipo. Y de cada uno de ellos fue aprendiendo y extrayendo cosas y lecciones de vida. Cada uno le aportó algo nuevo y algo bueno, aunque también tuvo estrepitosos fracasos que hasta la hicieron llorar en más de una ocasión. Se dejaba guiar por la mayoría de ellos para ver hasta dónde la proponían llegar y les seguía el juego hasta el punto en el que ella decidía plantarse y establecer su propio límite. Por lo general aceptaba casi toda clase de aventuras propuestas porque le gustaba probar de todo, pero había algunas cosas por las que no estaba dispuesta a pasar, como por ejemplo las drogas. Siempre que topó con algún chico que trataba de introducirla en ese peligroso y pantanoso mundo, ella ponía tierra de por medio de forma casi inmediata.

Pero por lo demás, no era persona que se asustara ante la proposición de las aventuras más diversas. Había hecho puenting, saltado en parapente, participado en carreras ilegales de motos y coches, viajado en velero, explorado territorios casi vírgenes, viajando por medio mundo y experimentado del placer de aprender las costumbres y las formas de hacer las cosas de un montón de culturas diferentes en sus largos periplos por el planeta. La vida estaba para disfrutarla y ella simplemente lo hacía.

Y en el plano sexual también había probado gran cantidad de cosas, desde hacerlo al aire libre, en lugares públicos, a la vista de extraños, con chicos de distinta raza y edad a la suya, había probado levemente algo del fetichismo y la dominación y había practicado innumerables juegos y prácticas sexuales. Aceptaba de buen grado la felación, de hecho era de una sus prácticas favoritas, incluso con final en su boca, en su cara o en su pecho. Le gustaba también dominar a los chicos, atándolos, sentándose en sus caras y obligándoles a que la hicieran sexo oral a ella, había probado la lluvia dorada con al menos dos chicos que se lo propusieron, aunque a ella no le gustaba especialmente, y también disfrutaba mucho tanto atando a sus amantes como siendo atada por ellos. A veces incluso hasta la violencia en el sexo le gustaba, siempre que no fuera excesiva y no se saliera de las prácticas más o menos normales y aceptables  y sobre todo consensuadas con sus parejas. También había tenido alguna experiencia con alguna chica, aunque no llegó a ser abiertamente sexual. Pero besarse y magrearse en una discoteca con una chica era algo que había probado en al menos un par de ocasiones y a lo que tampoco le hacía ascos. No se consideraba lesbiana, ni mucho menos, pero entendía a la perfección que la sexualidad entre mujeres era un campo con muchas posibilidades. Y por supuesto, se había explorado ella misma con infinidad de juguetes y prácticas onanistas, conociendo su cuerpo y sus zonas más erógenas a la perfección.

Pero había algunas cosas que no había probado nunca y que deseaba hacer antes de llegar a esa etapa en la que ella creía, erróneamente, que no se podían o no se debían hacer. Eran el sexo con más de una persona y el sexo anal. Con el último, ella misma había hecho algunos pinitos en la intimidad y con alguno de sus juguetes. Sabía perfectamente que el ano es una zona tremendamente sensible y con el que se puede obtener un gran placer, de hecho ella misma se había introducido en más de una ocasión algún dedo o algún dildo pequeño. Pero le parecía sucio y siempre terminaba por desecharlo. “Ya llegará el día en el que lo haga con un chico y en otras condiciones” pensaba a menudo para sí misma.

Sobre el sexo con más de una persona, aunque no lo había llegado a practicar nunca, soñaba con ello muy a menudo y era algo que tenía marcado como una de sus próximas metas a conseguir. Lo hacía además en casi todas las vertientes posibles, desde hacer tríos, tanto con dos chicos a la vez como con una pareja siendo ella la segunda chica, hasta sexo con múltiples personas, tanto si ella era poseída por múltiples hombres, como la participación en orgías grupales con muchos hombres y mujeres. Era consumidora ocasional de algunas páginas porno para sus ratos íntimos, y entre los vídeos que más le gustaba ver estaban los mencionados tríos y orgías.

Llevaba algunos meses saliendo con un chico, Alejo, con el que se sentía muy a gusto. Era bien parecido, muy respetuoso con ella, muy educado y siempre estaba tratando de agradarla, haciendo en todo momento cualquier cosa que a ella le pudiera apetecer sólo para que estuviera atendida y contenta. Tenía mucha personalidad pero casi la dejaba de lado en su presencia para dedicarse en cuerpo y alma a ella. Y no es que Alicia le mangonease constantemente, pero en ocasiones sí se hacía un poco la víctima y ponía algún puchero sólo para que Alejo le diera mimitos o para conseguir algo de él. Fue precisamente esa predisposición de su novio lo que le llevó a pensar en proponerle sutilmente un acercamiento cuidadoso a estas prácticas tan delicadas que implicaban tremendas dosis de confianza mutua por meter personas extrañas en el seno de la pareja.

Tenía un poco de miedo a proponérselo, pero finalmente, viendo la voluntad del muchacho por agradarla siempre, un día comenzó a hablarle y a preguntarle sobre sus opiniones acerca del sexo entre más de dos personas. Alejo, que no era tonto, captó las indirectas enseguida, y aunque al principio quedó un poco descolocado, no tardó en comprender lo que Alicia pretendía y valoró a la velocidad del rayo la posibilidad de hacer un trío con ella y con alguien más. A nadie se le escapa que una de las fantasías más recurrentes de casi cualquier hombre es acostarse con dos mujeres a la vez. Y en ello pensaba precisamente Alejo hasta que ella misma le sacó de su error, proponiéndole un pacto que poco menos le desencajó la mandíbula por lo inesperado, asombroso y pasmoso de la propuesta. Ella aceptaba convertir fantasía de él en realidad, que ya la habían hablado en alguna ocasión y era hacerlo con ella y con su hermana, tan guapa o más que la propia Alicia, sólo a cambio de que él aceptara primero hacer un trío con otro chico. Qué duda cabe de que la propuesta era de lo más atractiva, aunque el verdadero problema sería convencer a su hermana de tan descabellada idea.

Muchos minutos hubieron de pasar para que Alejo pudiera por fin dar una respuesta a la propuesta. No era fácil responder a semejante proposición, ni afirmativa, ni negativamente. Las ganas y el deseo de experimentar cosas nuevas chocaban de plano contra algo tan delicado como compartir a su chica con otras personas, sobre todo con otros hombres, más aún si eran completos desconocidos. Pero bastaron algunos besitos, pucheros y carantoñas de Alicia y la potente esperanza de poder encamarse con las dos mujeres más bellas que conocía, para que finalmente accediera a la propuesta de su chica.

La charla, una vez llegado al acuerdo inicial, tomó un cariz puramente organizativo para llevar a cabo el evento. Y el principal escollo era escoger a la persona adecuada para el primer trío, ya que para el segundo estaba perfectamente claro. Alejo insistió mucho en que fuera un completo desconocido para ambos, ya que no quería ver amenazada su relación con Alicia con posibles roces sentimentales de ninguna índole. Dicen que el roce hace el cariño, y por eso él quería lo que comúnmente se llama “rollo de una noche”. Se busca un chico, se hace el trío y no se le vuelve a ver nunca más. Era consciente del riesgo que suponía si se hacía con alguien conocido. A buen seguro habría más intentos posteriores para repetir o simplemente que el asunto continuara presente por tiempo indefinido en conversaciones, miradas o suspicacias cada vez que el tercer integrante apareciera en escena. Estaba claro que era mejor con un completo desconocido. El tema de la salud, la higiene y los riesgos venéreos era también muy importante para los dos. No era cuestión de asumir riesgos innecesarios por una noche loca, así que acordaron intentar buscar a alguien lo más sano posible, con buen aspecto físico y que además diera muestras de cuidarse.

―¡Un ciclista! ―dijo Alicia algo excitada―. Son deportistas, cuidan su cuerpo a tope y además están sujetos a un montón de controles médicos y sanitarios, con múltiples análisis de sangre de forma periódica para evitar el tema del dopaje. Si encontramos un ciclista profesional, seguro que estaremos seguros de que está sano.

Dicho y hecho. Alejo comenzó a investigar por Internet los equipos profesionales y semiprofesionales de su ciudad y comenzó un acercamiento a ellos, no tanto para practicar el deporte en sí, sino para conocer sus hábitos y lugares de encuentro y escoger al más idóneo. No le costó mucho confeccionar un pequeño listado de personas que Facebook se encargó luego de perfilar y filtrar para desvelar sus hábitos nocturnos para rondarles. En dos semanas, tenían localizado al chico perfecto. Le habían visto entrenar con la bicicleta, habían vigilado las amistades que tenía y habían comprobado que no fumaba, que salía en contadas ocasiones y que cuando lo hacía, no castigaba su cuerpo con alcohol sino con zumos y bebidas azucaradas.  Y además era atractivo para Alicia, que también era un rasgo importante. Tenían al tercer integrante del trío. Sólo había meterlo en la cama, pero eso no sería muy difícil.

El acercamiento fue al estilo “aquí te pillo, aquí te mato”. No había posibilidad ni necesidad de entablar amistad alguna, así que Alicia y Alejo acordaron atacarlo directamente en el pub al que habitualmente el chico acudía con sus amigos y jugárselo todo a una carta. Esperaron a que el chico acudiese al lavabo en el pub para desarrollar su estratagema. Alicia se haría la borracha y lo abordaría junto a los lavabos, regalándole un beso de tornillo en la boca y un magreo en condiciones al paquete por encima del pantalón. Difícilmente nadie podría resistirse a algo así teniendo en cuenta la belleza y la espectacularidad del cuerpo de Alicia.

Y funcionó. El pobre muchacho se quedó perplejo cuando Alicia lo arrinconó contra la puerta del baño, le metió la lengua con sabor a güisqui hasta el gaznate al tiempo que una de sus manos le agarró su hombría con fuerza pero sin lastimarle. La primera reacción del chico fue la de protegerse y rechazarla, pero la rapidez de Alicia pronto solucionó el problema. En vista de que agarrarle el paquete no era suficiente y parecía que podía estar a punto de salir corriendo, se lanzó a la piscina y directamente le metió la mano por dentro del vaquero y del calzoncillo para agarrarle bien y en condiciones y evitar que escapara. Aquello fue lo que al muchacho terminó de convencerle, que de inmediato se dejó hacer y aunque no pasó a la acción por miedo a “estropearlo todo”, se relajó y permitió que aquella boca y aquella mano hicieran su trabajo a pesar de estar en un sitio público.

La excitación de ambos aumentó de forma brutal, casi tanto y tan rápido como la erección del pobre muchacho abordado, y Alicia continuó con su planificada estrategia, no sólo comiéndole y magreándole, sino también diciéndole obscenidades y comentarios para calentarlo todo lo posible. Bien sabía ella que eso funcionaba, porque tan pronto como le dejó claro que aquello no era sólo un rollito, sino que quería follárselo, comerle la polla y dejarle seco, el ciclista se atrevió a ser algo más activo y comenzó a usar sus manos también para sobarla también a ella. Aquel par de tetas no era algo que se viera todos los días. Menos aún que se tuviera la oportunidad de palparlas y sopesarlas, aunque por el momento fuera sólo por encima de la ropa.

―¿Tienes un coche o un sitio donde hacerlo? ―preguntó Alicia con urgencia―. Estoy súper cachonda y quiero follar ¡ya!
―Vivo en esta misma calle ―repondió el chico pensando que le acababa de tocar la lotería.
―¡Genial! ―exclamó ella―. ¿Tienes algún inconveniente en ir ahora?
―¡Ninguno! ―respondió él.
―¡Pues vamos! ―dijo Alicia sacando la mano de su entrepierna y recomponiéndose un poco―. No aguanto más.

Y dicho y hecho. Ambos salieron del local ante los atónitos ojos de los amigos del ciclista, que no se podían creer que su amigo simplemente les dejara tirados por pirarse con semejante belleza.

Ya en la calle, Alicia continuó calentando al muchacho a base de más besos, magreos y roces a cada pocos pasos. Hacía su papel de borracha caliente a la perfección. Fue entonces cuando entró en acción Alejo, que siguiendo el plan previamente trazado por ambos, se hizo el encontradizo por la calle y los interrumpió para saludar. El objetivo era entorpecer el calentón del muchacho por unos momentos, llegando incluso a crear confusión y hasta frustración por no poder terminar la faena iniciada en el bar. Alejo y Alicia comenzaron a hablar como si hiciera meses o años que no se viesen, recordando viejos tiempos y haciendo entender muy claramente a la pobre víctima que entre ambos habían tenido una relación. Relación que, a juzgar por los comentarios de Alicia, debía haber sido muy fogosa, sexual y pasional, ya que ella no hacía más que insinuar que aún recordaba lo bien que follaba. La cara del pobre ciclista era todo un poema. Se sentía completamente fuera de lugar y algo acongojado.

Cuando las insinuaciones de Alicia subieron aún más de tono, diciendo en su fingido estado de embriaguez que quería volver a follar con él, Alejo lanzó el órdago y respondió que no le parecía bien lo que estaba haciendo en presencia de su pareja, a lo que rápidamente ella contestó que el muchacho no era su pareja sino un simple rollo que acababa de encontrarse en el pub, que no le conocía de nada y que sólo iba a su casa a follárselo porque estaba caliente y muy excitada. Los dos chicos intercambiaron una mirada en la que uno estaba simplemente perplejo por lo insólito de la situación (el ciclista) y el otro miraba como con ojos de cordero degollado suplicando por permitirle irse con su antigua novia. Finalmente, fue Alicia la que intervino.

―¡Oye! ―dijo resuelta―. ¿Y si nos lo montamos los tres? Yo estoy a tope y no es plan que ninguno de los tres se quede con las ganas. ¿Qué os parece? ¿Os gustaría follarme a dos bandas?

El chico de la bicicleta se quedó un poco cortado, pero ante la sonrisa y la cara de aprobación del supuesto antiguo novio de la chica, la propuesta de ella y el calentón que tenía desde que había salido de los baños del pub, le hicieron decidirse casi al instante.

―¿Estás segura de que quieres hacer eso? ―preguntó como queriéndose asegurar por última vez de que lo que le estaba pasando era cierto.
―De lo que estoy segura es de que necesito follar urgentemente ―espetó un tanto amenazadora―. Pero si tú no quieres, no pasa nada. Seguro que Alejo no tiene problema. Y no sería la primera vez, ¿verdad cari?
―Verdad ―dijo el aludido claramente avisando al pobre infeliz de que podía perder su oportunidad―. Tengo el coche aquí cerca. Si quieres nos vamos a tu casa ahora mismo.

Alicia se giró hacia el ciclista y le miró como dándole la última oportunidad para decidirse.

―Tu dirás ―le dijo―. ¿Qué quieres hacer?

El ciclista dudó unos pocos segundos rascándose la nuca, pero finalmente se decidió.

―¡Qué coño! ―exclamó―. Las oportunidades sólo pasan una vez en la vida. Esto no me a volver a pasar jamás. ¡Vamos a mi casa!

Y así, los tres continuaron rumbo al domicilio del ciclista, colocándose uno a cada lado de Alicia mientras ella aprovechaba para intercambiar besos, roces y algún toqueteo con cada uno de ellos, especialmente con el ciclista para que no se rajara.

Ya en el ascensor los tres, Alicia se agachó ante Alejo, y sin contemplaciones de ningún tipo, le sacó el pene de la bragueta y comenzó a chupárselo como si le fuera la vida en ello. Era el toque de gracia a su urdido plan. Se trataba de hacerle ver al otro chico que las cosas iban en serio y que ella estaba dispuesta a hacer lo que le había prometido. Comerle la polla a un tipo al que “hipotéticamente” hace varios años que no ves era claramente una señal de que iba en serio y de que efectivamente, su objetivo era follar, con uno o con los dos. Pero el ascensor llegó a su destino y a él no le tocó el turno. Su miembro no recibió felación alguna, aunque sí un buen magreo. Salieron los tres del elevador y entraron en el piso del ciclista. Una vez dentro todos, se produjo un tenso silencio y hasta algo incómodo debido a que el propio anfitrión no supo muy bien qué debía hacer. No sabía si lo procedente era quedarse en el salón, ofrecerles alguna bebida o pasar directamente a la acción en el dormitorio. Finalmente, fue la propia Alicia la que tomó la iniciativa viendo peligrar el plan.

―¡Bueno qué! ―exclamó­―. ¿No se decide nadie?  ¿A qué hemos venido, a ver la tele? ¿Dónde tienes el dormitorio?
―¡Sí, sí, perdona! ―contestó el ciclista­―. Es que estoy un poco nervioso. Es por aquí. Venid.

Los guió por un corto pasillo hasta su dormitorio y les invitó a pasar al cuarto por delante de él. Era una estancia pequeña, con una única cama estrecha, de noventa, un pequeño escritorio situado bajo la ventana, una librería en un lateral, un armario empotrado de dos puertas en el otro lateral y el resto estaba repleto en los huecos libres de pósteres y fotografías de ciclistas, carreras y demás parafernalia relacionada con el deporte de los pedales, desde los actuales hasta los ciclistas más importantes y galardonados de todos los tiempos. Estaba claro que era un auténtico forofo del deporte.

Alicia no se anduvo con preámbulos y se colocó sentada en el centro del lateral largo de la cama, se sacó la camiseta y el sujetador mostrando sus encantos naturales, lanzándolos directamente al suelo para que luego no molestasen en la cama y se dirigió al dueño de la casa, haciéndole un gesto con el dedo índice para que se acercara.

―Ven aquí, guapo ―le dijo―. Vamos a ver cómo tienes la herramienta.

El chico, que apenas daba crédito a lo que le estaba sucediendo pero que al verla medio desnuda, ya comenzaba a creérselo, se acercó a ella un tanto temeroso. Alicia lo guió con sus manos para que se colocara justo frente a ella. La erección del muchacho era más que evidente y el bulto que tenía en la bragueta indicaba que estaba ya muy excitado. Alicia le desabrochó el cinturón y el botón del vaquero, bajó la cremallera de la bragueta y tiró sin miramientos de las dos prendas a la vez hacia abajo, pantalón y bóxers, hasta dejarlos a la altura de las rodillas más o menos. El pene del ciclista saltó inmediatamente hacia arriba ofreciéndose ante Alicia en todo su esplendor, grande erecto, algo curvado, ligeramente lubricado en su extremo y sobre todo,  muy apetecible. Estaba bastante bien dotado el deportista. Tenía un pene de un considerable tamaño, bastante más grande que el de Alejo, y Alicia no pudo reprimir una leve sonrisilla porque pretendía disfrutar a tope con los dos miembros que esa noche iba a degustar y cabalgar, especialmente el que tenía delante, que era nuevo para ella y además no defraudaba para nada sus expectativas. Lo cogió con la mano derecha para sopesarlo y sentir mejor su tamaño y su temperatura, casi ardiente, miró hacia arriba a los ojos del dueño de semejante herramienta y le lanzó un piropo.

―¡Buena herramienta tienes! ―le dijo―. ¿Sabrás usarla bien?

El chico, ya un poco más envalentonado al comprobar que la cosa iba en serio, y que sin duda se la iban a chupar, se tiró un farol.

―¡Por supuesto! ―contestó­―. Pero antes de que entre en acción, y debido a su tamaño, necesitarás ponerla a tono. ¿Se te ocurre alguna forma de hacerlo?
―Alguna se me ocurre ―dijo Alicia guiñándole un ojo y procediendo a hacer por fin lo que llevaba queriendo hacer desde hacía muchos días.

Lo primero que hizo fue plantarle un beso seco en la parte inferior del glande, justo en el frenillo. Estaba literalmente ardiendo y sintió inmediatamente la altísima temperatura en sus labios. Tras el beso, sacó la lengua y con la punta endurecida le dio un par de toques al mismo frenillo que instantes antes acababa de besar. Ambas acciones tenían una doble finalidad. Por un lado preparar y excitar al sufrido chaval lo máximo posible. Y por otro lado, comprobar que el pene tuviera un mínimo de higiene y no fuera desagradable al olor ni al gusto. Y la tenía. Aquel chico probablemente se habría duchado no hacía más de dos o tres horas, y aunque había un lejano recuerdo olfativo a orina, a Alicia no le importó porque sabía que pronto el líquido preseminal lavaría todo el conducto interno del miembro. Sabía que era el pequeño precio que debía pagar por disfrutar de aquel hermoso pene.

Satisfecha ya con el tamaño, el olor y la higiene del miembro, directamente lo engulló hasta donde su campanilla le permitió, comprobando que el diámetro y el grosor sólo le permitía introducírselo en la boca hasta la mitad. Era justo lo que ella quería. Deseaba sentir que el miembro fuera grande, potente y hasta un tanto amenazador. El de Alejo era más bien normal, se podría decir que como el de la media española, y podía metérselo en la boca casi hasta el fondo, llegando a acariciar el nacimiento de los testículos con el labio inferior y a tocar el pubis de su chico con la punta de la nariz. Pero aquel armatoste era otra cosa. Era una invasión total de su cavidad bucal y la obligaba a abrir la mandíbula casi todo lo que podía. Sabía que no podría practicarle una felación durante mucho tiempo como solía hacer con Alejo, pero por otro lado la encantaba tener que esforzarse por degustarlo. Los mayores esfuerzos siempre obtienen mejores recompensas. Por un momento pensó en su segunda fantasía, el sexo anal, pero rápidamente desechó de su cabeza hacerlo con este chico porque el tamaño de su miembro así lo desaconsejaba. Tenía demasiado diámetro. Y longitud también. Otro sería el afortunado, no él.

Por espacio de unos cinco o diez minutos, estuvo chupando aquel inmenso pene, unas veces introduciéndoselo en la boca hasta donde le era posible, otras veces recorriéndolo por fuera con la lengua, tanto por los lados como por debajo, y otras, ejerciendo sobre el glande toda la fuerza de succión que sus labios eran capaces de aplicar. El resultado fue un tremendo aumento del tamaño de la cabeza del pene, así como su endurecimiento hasta casi reventar, y también una constante segregación de líquido preseminal que a ella tanto le gustaba. Ese lubricante, mezclado con su propia saliva, poco a poco fue consiguiendo que todo el conjunto, boca, pene y testículos, estuvieran completamente empapados y resbaladizos. Acompañaba todos sus movimientos de cabeza con ayuda de su mano derecha, que asía el pene por la mitad más cercana al ciclista y lo manipulaba hacia delante y hacia atrás, tensando en cada movimiento el trozo de piel correspondiente y contribuyendo así a la mayor excitación del muchacho. La mano izquierda, la mayor parte de las veces permanecía apoyada sobre la pierna del chico, aunque a veces hacía alguna excursión para acariciar y sopesar los testículos del pene que estaba devorando. También a veces la usaba como freno cuando el ciclista se excitaba demasiado y adelantaba sus caderas presionando demasiado con su ariete sobre la campanilla de Alicia.

Cuando la mandíbula de Alicia comenzó a recordarle que estaba trabajando en exceso, recordó que Alejo aún permanecía apoyado junto al quicio de la puerta y le invitó a que se uniera a la fiesta. Le hizo una seña con la mano mientras le miraba de reojo y le mandó sentarse a su lado. Alejo obedeció al instante y tomó asiento en la cama junto a ella con la bragueta ya abierta y mostrando un poco acomplejado su pene. Era prácticamente la mitad que el de su nuevo amigo, aunque sabía perfectamente que era muy capaz de satisfacer con él a su chica. El momentáneo parón para que Alejo se uniera a la pareja sirvió para que el ciclista aprovechara para quitarse del todo los pantalones y los bóxers, y al mismo tiempo se quitó también la camiseta, quedándose en apenas tres segundos completamente desnudo frente a la pareja que estaba sentada en la cama. Se notaba que estaba muy excitado y que tenía prisa por dar el siguiente paso.

―¡Vaya! ―dijo Alicia―. Se ve que tienes prisa, ¿eh?

El chico no contestó. Se limitó a sobarle las tetas a Alicia mientras ella cogía un pene con cada mano y los comparaba mentalmente. Realmente había mucha diferencia entre los dos.


―¿Tienes condones? ―preguntó Alicia―. No me vas a meter nada en ningún sitio si no es con una gomita.
―¡Sí! ―contestó él―. Los tengo en la chupa, que la he dejado en el salón. ¡Vuelvo enseguida!

En pelotas, salió disparado hacia el pasillo casi sin darles tiempo a reaccionar a Alicia y a Alejo. Pero aprovecharon el pequeño paréntesis para intercambiar algunas impresiones entre ellos y asegurarse de que los dos estaban bien y que podían seguir adelante con el plan.

―¿Estás bien? ―peguntó Alicia.
―Sí ―respondió él―. Todo perfecto.
―¿Seguro? ―quiso asegurarse―. No quiero hacer esto si no estamos de acuerdo los dos.
―Tranquila ―dijo él―. No hay problema. Si te soy sincero, hasta me he excitado un poco viendo cómo se la chupabas. Hay que reconocer que el chico tiene una buena polla.
―¡Sí! ―exclamó ella visiblemente excitada―. Es enorme. Pero quiero que sepas que no te cambio por nada. Esto es sólo un juego, pero yo te quiero a ti más que a nada en el mundo, ¿vale?
―Lo sé, preciosa ―respondió él―. No te preocupes. Sólo quiero que disfrutes esto a tope. Yo lo haré también.

El ciclista apareció de nuevo por la puerta ya hasta con el condón puesto y con una sonrisa en la boca que indicaba a todas luces que estaba como loco por meter su inmenso pene en cualquier sitio, o al menos donde le dejaran.

―Vamos a hacer esto bien ―dijo Alicia―. Yo quiero ese pedazo de polla dentro de mí, pero también quiero que disfrutemos los tres, ¿vale?

Los dos chicos asintieron al unísono con la cabeza.

―Lo primero ―le dijo al chico levantándole el dedo índice a modo de aviso recriminatorio―, nada de anal. ¿Vale? No estoy preparada para semejante armatoste en mi culo.
―Lo que tú mandes ―dijo el chico asintiendo con la cabeza.
―Cari ―dijo ella dirigiéndose hacia su propio chico―, tú quítate toda la ropa y túmbate en la cama con las piernas abiertas. Hoy voy a dejar que te corras en mi boca, que sé que te encanta aunque no siempre te lo permito. Pero creo que hoy la ocasión lo merece.
―Gracias, chiqui ―contestó él.
―Y tú ―le dijo al ciclista―, me lo haces al estilo perrito mientras yo se la como a él. ¿Vale? Si lo hacemos todos bien y nos corremos todos juntos puede ser el polvo de nuestra vida.

Alejo obedeció sin necesidad de más instrucciones y se desnudó completamente para acto seguido tumbarse en la estrecha cama unipersonal. Alicia, que también se desnudó del todo para estar más cómoda, se colocó de pié en el suelo a los pies de la cama y se dispuso a arrodillarse sobre el colchón, dejando sus pies fuera del mismo, y situándose entre las piernas de su chico, que a pesar de tener un pene mucho más modesto que el de su competidor, lucía ya una erección completa. Tiró de las piernas de Alejo hacia abajo para dejarlo colocado de forma que ella llegara con la boca a su miembro y al mismo tiempo el ciclista pudiera penetrarla desde atrás permaneciendo en pie en el suelo. Cuando tuvo a su novio en la posición deseada, elevó su pompis para ofrecérselo al dueño de la casa, bajó su cabeza para buscar el pene de su chico y se lo metió entero en la boca para deleite de ambos. Efectivamente, la diferencia de tamaño era considerable y podía hacerlo desaparecer casi por completo dentro de su boca. Pero le encantaba igualmente.

El ciclista, sin necesidad de más instrucciones de ningún tipo, se dirigió a la parte posterior de la cama, y al contrario de lo que pensó Alicia que haría nada más tener acceso a su sexo, penetrarla, se arrodilló en el suelo y comenzó a chuparle directamente la vulva como un desesperado. Le recorrió el sexo de arriba abajo con la lengua, haciendo intentos por introducírsela todo lo que le era posible y haciéndole cosquillas en el intento con la punta de la nariz en el ano. Alicia se excitó ante la urgencia y la casi agresividad del chico por hurgarle en su vagina y aún más al notar las presiones y roces sobre su puerta trasera, aunque no quiso dar esperanzas de ningún tipo por ese lado. Tras los lengüetazos y lamidas, el muchacho no se anduvo con miramientos y le metió dos dedos de golpe en la vagina que casi hicieron que Alejo perdiera su pene debido al sobresalto de Alicia. Si ella de por sí ya estaba excitada con toda la novedosa experiencia que estaba viviendo, aquella violenta intrusión consiguió que su sexo terminara de empaparse y comenzó a producir lubricante como si...