Alicia no se consideraba
precisamente una mojigata en el plano sexual. Tampoco es que fuera una mujer de
esas que llaman “de moral distraída”, pero llevaba algo de camino recorrido a
lo largo de su vida con los varios ligues y relaciones que había tenido. No era
“una experta”, pero tenía algo de “experiencia”.
A sus casi treinta años,
y conservando como conservaba aún su belleza, su juventud madura, su cuerpo aún
apetecible, sus curvas de mujer sin estropear, su piel tersa, su cabello
espectacular… Alicia llamaba la atención allá donde fuera. Era hermosa a rabiar
y ella lo sabía. Y precisamente esa belleza le había permitido siempre haber
podido escoger con mucha facilidad los chicos con los que se relacionaba.
Siempre había algún chico a su alrededor lo suficientemente enamorado de ella
como para sentirse cortejada casi permanentemente. Y aunque no era una mujer
superficial y no se fijaba sólo en el aspecto físico de sus pretendientes, que
también, el poder escoger entre muchos siempre le daba la oportunidad de
aceptar aquellas relaciones que más le interesaban por una razón u otra. A
diferencia de la mayoría de sus amigas, Alicia tenía el listón muy alto y sólo
permitía a ciertos chicos acercarse a ella con según qué intenciones. Tenían
que ser, aparte de guapos, por supuesto, interesantes en muchos otros aspectos
de la vida. Buscaba en ellos sobre todo sinceridad y honestidad, sentido común,
que tuvieran la cabeza bien amueblada y las ideas muy claras. Y si algo
detestaba eran precisamente los tan abundantes niñatos que se sabían guapos o
musculitos típicos de película, que por regla general siempre solían tener la
cabeza más bien vacía.
Por todas estas cosas y
otras muchas, Alicia había tenido variadas relaciones con muchos y muy
diferentes tipos de chicos. Pensaba que la vida era muy corta para atarse
demasiado pronto, y aunque en su horizonte lejano sí se atisbaba la idea de cimentar
una relación duradera y formar una familia, desde sus dieciséis añitos había
tenido siempre claro que hasta los cuarenta como poco, la vida estaba hecha
para disfrutarla de forma algo alocada. Ya vendría después el tiempo de
serenarse y establecer rumbos más seleccionados en su vida.
Si hubiera tenido que
apuntar en un papel el listado de chicos con los que había salido, a buen seguro
que habría sido largo y con varias hojas. Había tenido infinidad de novios,
rollos, ligues y aventuras de todo tipo. Y de cada uno de ellos fue aprendiendo
y extrayendo cosas y lecciones de vida. Cada uno le aportó algo nuevo y algo
bueno, aunque también tuvo estrepitosos fracasos que hasta la hicieron llorar
en más de una ocasión. Se dejaba guiar por la mayoría de ellos para ver hasta
dónde la proponían llegar y les seguía el juego hasta el punto en el que ella
decidía plantarse y establecer su propio límite. Por lo general aceptaba casi
toda clase de aventuras propuestas porque le gustaba probar de todo, pero había
algunas cosas por las que no estaba dispuesta a pasar, como por ejemplo las
drogas. Siempre que topó con algún chico que trataba de introducirla en ese
peligroso y pantanoso mundo, ella ponía tierra de por medio de forma casi
inmediata.
Pero por lo demás, no era
persona que se asustara ante la proposición de las aventuras más diversas.
Había hecho puenting, saltado en parapente, participado en carreras ilegales de
motos y coches, viajado en velero, explorado territorios casi vírgenes,
viajando por medio mundo y experimentado del placer de aprender las costumbres
y las formas de hacer las cosas de un montón de culturas diferentes en sus
largos periplos por el planeta. La vida estaba para disfrutarla y ella
simplemente lo hacía.
Y en el plano sexual
también había probado gran cantidad de cosas, desde hacerlo al aire libre, en
lugares públicos, a la vista de extraños, con chicos de distinta raza y edad a
la suya, había probado levemente algo del fetichismo y la dominación y había
practicado innumerables juegos y prácticas sexuales. Aceptaba de buen grado la
felación, de hecho era de una sus prácticas favoritas, incluso con final en su
boca, en su cara o en su pecho. Le gustaba también dominar a los chicos, atándolos,
sentándose en sus caras y obligándoles a que la hicieran sexo oral a ella,
había probado la lluvia dorada con al menos dos chicos que se lo propusieron,
aunque a ella no le gustaba especialmente, y también disfrutaba mucho tanto
atando a sus amantes como siendo atada por ellos. A veces incluso hasta la
violencia en el sexo le gustaba, siempre que no fuera excesiva y no se saliera
de las prácticas más o menos normales y aceptables y sobre todo consensuadas con sus parejas. También
había tenido alguna experiencia con alguna chica, aunque no llegó a ser
abiertamente sexual. Pero besarse y magrearse en una discoteca con una chica
era algo que había probado en al menos un par de ocasiones y a lo que tampoco
le hacía ascos. No se consideraba lesbiana, ni mucho menos, pero entendía a la
perfección que la sexualidad entre mujeres era un campo con muchas
posibilidades. Y por supuesto, se había explorado ella misma con infinidad de
juguetes y prácticas onanistas, conociendo su cuerpo y sus zonas más erógenas a
la perfección.
Pero había algunas cosas
que no había probado nunca y que deseaba hacer antes de llegar a esa etapa en
la que ella creía, erróneamente, que no se podían o no se debían hacer. Eran el
sexo con más de una persona y el sexo anal. Con el último, ella misma había
hecho algunos pinitos en la intimidad y con alguno de sus juguetes. Sabía
perfectamente que el ano es una zona tremendamente sensible y con el que se
puede obtener un gran placer, de hecho ella misma se había introducido en más
de una ocasión algún dedo o algún dildo pequeño. Pero le parecía sucio y
siempre terminaba por desecharlo. “Ya llegará el día en el que lo haga con un
chico y en otras condiciones” pensaba a menudo para sí misma.
Sobre el sexo con más de
una persona, aunque no lo había llegado a practicar nunca, soñaba con ello muy
a menudo y era algo que tenía marcado como una de sus próximas metas a
conseguir. Lo hacía además en casi todas las vertientes posibles, desde hacer tríos,
tanto con dos chicos a la vez como con una pareja siendo ella la segunda chica,
hasta sexo con múltiples personas, tanto si ella era poseída por múltiples
hombres, como la participación en orgías grupales con muchos hombres y mujeres.
Era consumidora ocasional de algunas páginas porno para sus ratos íntimos, y
entre los vídeos que más le gustaba ver estaban los mencionados tríos y orgías.
Llevaba algunos meses
saliendo con un chico, Alejo, con el que se sentía muy a gusto. Era bien
parecido, muy respetuoso con ella, muy educado y siempre estaba tratando de
agradarla, haciendo en todo momento cualquier cosa que a ella le pudiera
apetecer sólo para que estuviera atendida y contenta. Tenía mucha personalidad
pero casi la dejaba de lado en su presencia para dedicarse en cuerpo y alma a
ella. Y no es que Alicia le mangonease constantemente, pero en ocasiones sí se
hacía un poco la víctima y ponía algún puchero sólo para que Alejo le diera
mimitos o para conseguir algo de él. Fue precisamente esa predisposición de su
novio lo que le llevó a pensar en proponerle sutilmente un acercamiento
cuidadoso a estas prácticas tan delicadas que implicaban tremendas dosis de
confianza mutua por meter personas extrañas en el seno de la pareja.
Tenía un poco de miedo a
proponérselo, pero finalmente, viendo la voluntad del muchacho por agradarla
siempre, un día comenzó a hablarle y a preguntarle sobre sus opiniones acerca
del sexo entre más de dos personas. Alejo, que no era tonto, captó las
indirectas enseguida, y aunque al principio quedó un poco descolocado, no tardó
en comprender lo que Alicia pretendía y valoró a la velocidad del rayo la
posibilidad de hacer un trío con ella y con alguien más. A nadie se le escapa
que una de las fantasías más recurrentes de casi cualquier hombre es acostarse
con dos mujeres a la vez. Y en ello pensaba precisamente Alejo hasta que ella
misma le sacó de su error, proponiéndole un pacto que poco menos le desencajó
la mandíbula por lo inesperado, asombroso y pasmoso de la propuesta. Ella
aceptaba convertir fantasía de él en realidad, que ya la habían hablado en alguna
ocasión y era hacerlo con ella y con su hermana, tan guapa o más que la propia
Alicia, sólo a cambio de que él aceptara primero hacer un trío con otro chico.
Qué duda cabe de que la propuesta era de lo más atractiva, aunque el verdadero
problema sería convencer a su hermana de tan descabellada idea.
Muchos minutos hubieron
de pasar para que Alejo pudiera por fin dar una respuesta a la propuesta. No
era fácil responder a semejante proposición, ni afirmativa, ni negativamente.
Las ganas y el deseo de experimentar cosas nuevas chocaban de plano contra algo
tan delicado como compartir a su chica con otras personas, sobre todo con otros
hombres, más aún si eran completos desconocidos. Pero bastaron algunos besitos,
pucheros y carantoñas de Alicia y la potente esperanza de poder encamarse con
las dos mujeres más bellas que conocía, para que finalmente accediera a la
propuesta de su chica.
La charla, una vez
llegado al acuerdo inicial, tomó un cariz puramente organizativo para llevar a cabo
el evento. Y el principal escollo era escoger a la persona adecuada para el
primer trío, ya que para el segundo estaba perfectamente claro. Alejo insistió
mucho en que fuera un completo desconocido para ambos, ya que no quería ver
amenazada su relación con Alicia con posibles roces sentimentales de ninguna
índole. Dicen que el roce hace el cariño, y por eso él quería lo que comúnmente
se llama “rollo de una noche”. Se busca un chico, se hace el trío y no se le
vuelve a ver nunca más. Era consciente del riesgo que suponía si se hacía con
alguien conocido. A buen seguro habría más intentos posteriores para repetir o
simplemente que el asunto continuara presente por tiempo indefinido en
conversaciones, miradas o suspicacias cada vez que el tercer integrante apareciera
en escena. Estaba claro que era mejor con un completo desconocido. El tema de
la salud, la higiene y los riesgos venéreos era también muy importante para los
dos. No era cuestión de asumir riesgos innecesarios por una noche loca, así que
acordaron intentar buscar a alguien lo más sano posible, con buen aspecto
físico y que además diera muestras de cuidarse.
―¡Un ciclista! ―dijo
Alicia algo excitada―. Son deportistas, cuidan su cuerpo a tope y además están
sujetos a un montón de controles médicos y sanitarios, con múltiples análisis
de sangre de forma periódica para evitar el tema del dopaje. Si encontramos un
ciclista profesional, seguro que estaremos seguros de que está sano.
Dicho y hecho. Alejo
comenzó a investigar por Internet los equipos profesionales y semiprofesionales
de su ciudad y comenzó un acercamiento a ellos, no tanto para practicar el
deporte en sí, sino para conocer sus hábitos y lugares de encuentro y escoger
al más idóneo. No le costó mucho confeccionar un pequeño listado de personas
que Facebook se encargó luego de perfilar y filtrar para desvelar sus hábitos
nocturnos para rondarles. En dos semanas, tenían localizado al chico perfecto.
Le habían visto entrenar con la bicicleta, habían vigilado las amistades que
tenía y habían comprobado que no fumaba, que salía en contadas ocasiones y que
cuando lo hacía, no castigaba su cuerpo con alcohol sino con zumos y bebidas azucaradas. Y además era atractivo para Alicia, que
también era un rasgo importante. Tenían al tercer integrante del trío. Sólo
había meterlo en la cama, pero eso no sería muy difícil.
El acercamiento fue al
estilo “aquí te pillo, aquí te mato”. No había posibilidad ni necesidad de
entablar amistad alguna, así que Alicia y Alejo acordaron atacarlo directamente
en el pub al que habitualmente el chico acudía con sus amigos y jugárselo todo
a una carta. Esperaron a que el chico acudiese al lavabo en el pub para
desarrollar su estratagema. Alicia se haría la borracha y lo abordaría junto a
los lavabos, regalándole un beso de tornillo en la boca y un magreo en
condiciones al paquete por encima del pantalón. Difícilmente nadie podría
resistirse a algo así teniendo en cuenta la belleza y la espectacularidad del
cuerpo de Alicia.
Y funcionó. El pobre
muchacho se quedó perplejo cuando Alicia lo arrinconó contra la puerta del
baño, le metió la lengua con sabor a güisqui hasta el gaznate al tiempo que una
de sus manos le agarró su hombría con fuerza pero sin lastimarle. La primera
reacción del chico fue la de protegerse y rechazarla, pero la rapidez de Alicia
pronto solucionó el problema. En vista de que agarrarle el paquete no era
suficiente y parecía que podía estar a punto de salir corriendo, se lanzó a la
piscina y directamente le metió la mano por dentro del vaquero y del
calzoncillo para agarrarle bien y en condiciones y evitar que escapara. Aquello
fue lo que al muchacho terminó de convencerle, que de inmediato se dejó hacer y
aunque no pasó a la acción por miedo a “estropearlo todo”, se relajó y permitió
que aquella boca y aquella mano hicieran su trabajo a pesar de estar en un
sitio público.
La excitación de ambos
aumentó de forma brutal, casi tanto y tan rápido como la erección del pobre
muchacho abordado, y Alicia continuó con su planificada estrategia, no sólo
comiéndole y magreándole, sino también diciéndole obscenidades y comentarios
para calentarlo todo lo posible. Bien sabía ella que eso funcionaba, porque tan
pronto como le dejó claro que aquello no era sólo un rollito, sino que quería
follárselo, comerle la polla y dejarle seco, el ciclista se atrevió a ser algo
más activo y comenzó a usar sus manos también para sobarla también a ella.
Aquel par de tetas no era algo que se viera todos los días. Menos aún que se
tuviera la oportunidad de palparlas y sopesarlas, aunque por el momento fuera
sólo por encima de la ropa.
―¿Tienes un coche o un
sitio donde hacerlo? ―preguntó Alicia con urgencia―. Estoy súper cachonda y
quiero follar ¡ya!
―Vivo en esta misma calle
―repondió el chico pensando que le acababa de tocar la lotería.
―¡Genial! ―exclamó ella―.
¿Tienes algún inconveniente en ir ahora?
―¡Ninguno! ―respondió él.
―¡Pues vamos! ―dijo Alicia
sacando la mano de su entrepierna y recomponiéndose un poco―. No aguanto más.
Y dicho y hecho. Ambos salieron
del local ante los atónitos ojos de los amigos del ciclista, que no se podían
creer que su amigo simplemente les dejara tirados por pirarse con semejante
belleza.
Ya en la calle, Alicia
continuó calentando al muchacho a base de más besos, magreos y roces a cada
pocos pasos. Hacía su papel de borracha caliente a la perfección. Fue entonces
cuando entró en acción Alejo, que siguiendo el plan previamente trazado por
ambos, se hizo el encontradizo por la calle y los interrumpió para saludar. El
objetivo era entorpecer el calentón del muchacho por unos momentos, llegando
incluso a crear confusión y hasta frustración por no poder terminar la faena
iniciada en el bar. Alejo y Alicia comenzaron a hablar como si hiciera meses o
años que no se viesen, recordando viejos tiempos y haciendo entender muy claramente
a la pobre víctima que entre ambos habían tenido una relación. Relación que, a
juzgar por los comentarios de Alicia, debía haber sido muy fogosa, sexual y
pasional, ya que ella no hacía más que insinuar que aún recordaba lo bien que
follaba. La cara del pobre ciclista era todo un poema. Se sentía completamente
fuera de lugar y algo acongojado.
Cuando las insinuaciones
de Alicia subieron aún más de tono, diciendo en su fingido estado de embriaguez
que quería volver a follar con él, Alejo lanzó el órdago y respondió que no le
parecía bien lo que estaba haciendo en presencia de su pareja, a lo que
rápidamente ella contestó que el muchacho no era su pareja sino un simple rollo
que acababa de encontrarse en el pub, que no le conocía de nada y que sólo iba
a su casa a follárselo porque estaba caliente y muy excitada. Los dos chicos
intercambiaron una mirada en la que uno estaba simplemente perplejo por lo
insólito de la situación (el ciclista) y el otro miraba como con ojos de
cordero degollado suplicando por permitirle irse con su antigua novia.
Finalmente, fue Alicia la que intervino.
―¡Oye! ―dijo resuelta―.
¿Y si nos lo montamos los tres? Yo estoy a tope y no es plan que ninguno de los
tres se quede con las ganas. ¿Qué os parece? ¿Os gustaría follarme a dos
bandas?
El chico de la bicicleta
se quedó un poco cortado, pero ante la sonrisa y la cara de aprobación del
supuesto antiguo novio de la chica, la propuesta de ella y el calentón que
tenía desde que había salido de los baños del pub, le hicieron decidirse casi
al instante.
―¿Estás segura de que
quieres hacer eso? ―preguntó como queriéndose asegurar por última vez de que lo
que le estaba pasando era cierto.
―De lo que estoy segura
es de que necesito follar urgentemente ―espetó un tanto amenazadora―. Pero si
tú no quieres, no pasa nada. Seguro que Alejo no tiene problema. Y no sería la
primera vez, ¿verdad cari?
―Verdad ―dijo el aludido
claramente avisando al pobre infeliz de que podía perder su oportunidad―. Tengo
el coche aquí cerca. Si quieres nos vamos a tu casa ahora mismo.
Alicia se giró hacia el
ciclista y le miró como dándole la última oportunidad para decidirse.
―Tu dirás ―le dijo―. ¿Qué
quieres hacer?
El ciclista dudó unos
pocos segundos rascándose la nuca, pero finalmente se decidió.
―¡Qué coño! ―exclamó―.
Las oportunidades sólo pasan una vez en la vida. Esto no me a volver a pasar
jamás. ¡Vamos a mi casa!
Y así, los tres
continuaron rumbo al domicilio del ciclista, colocándose uno a cada lado de
Alicia mientras ella aprovechaba para intercambiar besos, roces y algún
toqueteo con cada uno de ellos, especialmente con el ciclista para que no se
rajara.
Ya en el ascensor los
tres, Alicia se agachó ante Alejo, y sin contemplaciones de ningún tipo, le
sacó el pene de la bragueta y comenzó a chupárselo como si le fuera la vida en
ello. Era el toque de gracia a su urdido plan. Se trataba de hacerle ver al otro
chico que las cosas iban en serio y que ella estaba dispuesta a hacer lo que le
había prometido. Comerle la polla a un tipo al que “hipotéticamente” hace
varios años que no ves era claramente una señal de que iba en serio y de que efectivamente,
su objetivo era follar, con uno o con los dos. Pero el ascensor llegó a su
destino y a él no le tocó el turno. Su miembro no recibió felación alguna,
aunque sí un buen magreo. Salieron los tres del elevador y entraron en el piso
del ciclista. Una vez dentro todos, se produjo un tenso silencio y hasta algo
incómodo debido a que el propio anfitrión no supo muy bien qué debía hacer. No
sabía si lo procedente era quedarse en el salón, ofrecerles alguna bebida o
pasar directamente a la acción en el dormitorio. Finalmente, fue la propia
Alicia la que tomó la iniciativa viendo peligrar el plan.
―¡Bueno qué! ―exclamó―.
¿No se decide nadie? ¿A qué hemos
venido, a ver la tele? ¿Dónde tienes el dormitorio?
―¡Sí, sí, perdona!
―contestó el ciclista―. Es que estoy un poco nervioso. Es por aquí. Venid.
Los guió por un corto
pasillo hasta su dormitorio y les invitó a pasar al cuarto por delante de él.
Era una estancia pequeña, con una única cama estrecha, de noventa, un pequeño
escritorio situado bajo la ventana, una librería en un lateral, un armario
empotrado de dos puertas en el otro lateral y el resto estaba repleto en los
huecos libres de pósteres y fotografías de ciclistas, carreras y demás
parafernalia relacionada con el deporte de los pedales, desde los actuales
hasta los ciclistas más importantes y galardonados de todos los tiempos. Estaba
claro que era un auténtico forofo del deporte.
Alicia no se anduvo con
preámbulos y se colocó sentada en el centro del lateral largo de la cama, se sacó
la camiseta y el sujetador mostrando sus encantos naturales, lanzándolos
directamente al suelo para que luego no molestasen en la cama y se dirigió al
dueño de la casa, haciéndole un gesto con el dedo índice para que se acercara.
―Ven aquí, guapo ―le
dijo―. Vamos a ver cómo tienes la herramienta.
El chico, que apenas daba
crédito a lo que le estaba sucediendo pero que al verla medio desnuda, ya
comenzaba a creérselo, se acercó a ella un tanto temeroso. Alicia lo guió con
sus manos para que se colocara justo frente a ella. La erección del muchacho
era más que evidente y el bulto que tenía en la bragueta indicaba que estaba ya
muy excitado. Alicia le desabrochó el cinturón y el botón del vaquero, bajó la
cremallera de la bragueta y tiró sin miramientos de las dos prendas a la vez hacia
abajo, pantalón y bóxers, hasta dejarlos a la altura de las rodillas más o
menos. El pene del ciclista saltó inmediatamente hacia arriba ofreciéndose ante
Alicia en todo su esplendor, grande erecto, algo curvado, ligeramente lubricado
en su extremo y sobre todo, muy apetecible.
Estaba bastante bien dotado el deportista. Tenía un pene de un considerable
tamaño, bastante más grande que el de Alejo, y Alicia no pudo reprimir una leve
sonrisilla porque pretendía disfrutar a tope con los dos miembros que esa noche
iba a degustar y cabalgar, especialmente el que tenía delante, que era nuevo
para ella y además no defraudaba para nada sus expectativas. Lo cogió con la
mano derecha para sopesarlo y sentir mejor su tamaño y su temperatura, casi
ardiente, miró hacia arriba a los ojos del dueño de semejante herramienta y le
lanzó un piropo.
―¡Buena herramienta
tienes! ―le dijo―. ¿Sabrás usarla bien?
El chico, ya un poco más
envalentonado al comprobar que la cosa iba en serio, y que sin duda se la iban
a chupar, se tiró un farol.
―¡Por supuesto! ―contestó―.
Pero antes de que entre en acción, y debido a su tamaño, necesitarás ponerla a
tono. ¿Se te ocurre alguna forma de hacerlo?
―Alguna se me ocurre
―dijo Alicia guiñándole un ojo y procediendo a hacer por fin lo que llevaba
queriendo hacer desde hacía muchos días.
Lo primero que hizo fue
plantarle un beso seco en la parte inferior del glande, justo en el frenillo.
Estaba literalmente ardiendo y sintió inmediatamente la altísima temperatura en
sus labios. Tras el beso, sacó la lengua y con la punta endurecida le dio un
par de toques al mismo frenillo que instantes antes acababa de besar. Ambas
acciones tenían una doble finalidad. Por un lado preparar y excitar al sufrido
chaval lo máximo posible. Y por otro lado, comprobar que el pene tuviera un
mínimo de higiene y no fuera desagradable al olor ni al gusto. Y la tenía. Aquel
chico probablemente se habría duchado no hacía más de dos o tres horas, y
aunque había un lejano recuerdo olfativo a orina, a Alicia no le importó porque
sabía que pronto el líquido preseminal lavaría todo el conducto interno del
miembro. Sabía que era el pequeño precio que debía pagar por disfrutar de aquel
hermoso pene.
Satisfecha ya con el
tamaño, el olor y la higiene del miembro, directamente lo engulló hasta donde
su campanilla le permitió, comprobando que el diámetro y el grosor sólo le
permitía introducírselo en la boca hasta la mitad. Era justo lo que ella
quería. Deseaba sentir que el miembro fuera grande, potente y hasta un tanto
amenazador. El de Alejo era más bien normal, se podría decir que como el de la
media española, y podía metérselo en la boca casi hasta el fondo, llegando a
acariciar el nacimiento de los testículos con el labio inferior y a tocar el
pubis de su chico con la punta de la nariz. Pero aquel armatoste era otra cosa.
Era una invasión total de su cavidad bucal y la obligaba a abrir la mandíbula
casi todo lo que podía. Sabía que no podría practicarle una felación durante
mucho tiempo como solía hacer con Alejo, pero por otro lado la encantaba tener
que esforzarse por degustarlo. Los mayores esfuerzos siempre obtienen mejores
recompensas. Por un momento pensó en su segunda fantasía, el sexo anal, pero
rápidamente desechó de su cabeza hacerlo con este chico porque el tamaño de su
miembro así lo desaconsejaba. Tenía demasiado diámetro. Y longitud también.
Otro sería el afortunado, no él.
Por espacio de unos cinco
o diez minutos, estuvo chupando aquel inmenso pene, unas veces
introduciéndoselo en la boca hasta donde le era posible, otras veces
recorriéndolo por fuera con la lengua, tanto por los lados como por debajo, y
otras, ejerciendo sobre el glande toda la fuerza de succión que sus labios eran
capaces de aplicar. El resultado fue un tremendo aumento del tamaño de la
cabeza del pene, así como su endurecimiento hasta casi reventar, y también una
constante segregación de líquido preseminal que a ella tanto le gustaba. Ese lubricante,
mezclado con su propia saliva, poco a poco fue consiguiendo que todo el
conjunto, boca, pene y testículos, estuvieran completamente empapados y resbaladizos.
Acompañaba todos sus movimientos de cabeza con ayuda de su mano derecha, que
asía el pene por la mitad más cercana al ciclista y lo manipulaba hacia delante
y hacia atrás, tensando en cada movimiento el trozo de piel correspondiente y
contribuyendo así a la mayor excitación del muchacho. La mano izquierda, la
mayor parte de las veces permanecía apoyada sobre la pierna del chico, aunque a
veces hacía alguna excursión para acariciar y sopesar los testículos del pene
que estaba devorando. También a veces la usaba como freno cuando el ciclista se
excitaba demasiado y adelantaba sus caderas presionando demasiado con su ariete
sobre la campanilla de Alicia.
Cuando la mandíbula de
Alicia comenzó a recordarle que estaba trabajando en exceso, recordó que Alejo
aún permanecía apoyado junto al quicio de la puerta y le invitó a que se uniera
a la fiesta. Le hizo una seña con la mano mientras le miraba de reojo y le
mandó sentarse a su lado. Alejo obedeció al instante y tomó asiento en la cama
junto a ella con la bragueta ya abierta y mostrando un poco acomplejado su
pene. Era prácticamente la mitad que el de su nuevo amigo, aunque sabía
perfectamente que era muy capaz de satisfacer con él a su chica. El momentáneo
parón para que Alejo se uniera a la pareja sirvió para que el ciclista
aprovechara para quitarse del todo los pantalones y los bóxers, y al mismo
tiempo se quitó también la camiseta, quedándose en apenas tres segundos
completamente desnudo frente a la pareja que estaba sentada en la cama. Se
notaba que estaba muy excitado y que tenía prisa por dar el siguiente paso.
―¡Vaya! ―dijo Alicia―. Se
ve que tienes prisa, ¿eh?
El chico no contestó. Se
limitó a sobarle las tetas a Alicia mientras ella cogía un pene con cada mano y
los comparaba mentalmente. Realmente había mucha diferencia entre los dos.
―¿Tienes condones?
―preguntó Alicia―. No me vas a meter nada en ningún sitio si no es con una
gomita.
―¡Sí! ―contestó él―. Los
tengo en la chupa, que la he dejado en el salón. ¡Vuelvo enseguida!
En pelotas, salió
disparado hacia el pasillo casi sin darles tiempo a reaccionar a Alicia y a
Alejo. Pero aprovecharon el pequeño paréntesis para intercambiar algunas
impresiones entre ellos y asegurarse de que los dos estaban bien y que podían
seguir adelante con el plan.
―¿Estás bien? ―peguntó
Alicia.
―Sí ―respondió él―. Todo
perfecto.
―¿Seguro? ―quiso
asegurarse―. No quiero hacer esto si no estamos de acuerdo los dos.
―Tranquila ―dijo él―. No
hay problema. Si te soy sincero, hasta me he excitado un poco viendo cómo se la
chupabas. Hay que reconocer que el chico tiene una buena polla.
―¡Sí! ―exclamó ella
visiblemente excitada―. Es enorme. Pero quiero que sepas que no te cambio por
nada. Esto es sólo un juego, pero yo te quiero a ti más que a nada en el mundo,
¿vale?
―Lo sé, preciosa
―respondió él―. No te preocupes. Sólo quiero que disfrutes esto a tope. Yo lo
haré también.
El ciclista apareció de
nuevo por la puerta ya hasta con el condón puesto y con una sonrisa en la boca
que indicaba a todas luces que estaba como loco por meter su inmenso pene en
cualquier sitio, o al menos donde le dejaran.
―Vamos a hacer esto bien
―dijo Alicia―. Yo quiero ese pedazo de polla dentro de mí, pero también quiero
que disfrutemos los tres, ¿vale?
Los dos chicos asintieron
al unísono con la cabeza.
―Lo primero ―le dijo al
chico levantándole el dedo índice a modo de aviso recriminatorio―, nada de
anal. ¿Vale? No estoy preparada para semejante armatoste en mi culo.
―Lo que tú mandes ―dijo
el chico asintiendo con la cabeza.
―Cari ―dijo ella
dirigiéndose hacia su propio chico―, tú quítate toda la ropa y túmbate en la cama
con las piernas abiertas. Hoy voy a dejar que te corras en mi boca, que sé que
te encanta aunque no siempre te lo permito. Pero creo que hoy la ocasión lo
merece.
―Gracias, chiqui
―contestó él.
―Y tú ―le dijo al
ciclista―, me lo haces al estilo perrito mientras yo se la como a él. ¿Vale? Si
lo hacemos todos bien y nos corremos todos juntos puede ser el polvo de nuestra
vida.
Alejo obedeció sin
necesidad de más instrucciones y se desnudó completamente para acto seguido
tumbarse en la estrecha cama unipersonal. Alicia, que también se desnudó del
todo para estar más cómoda, se colocó de pié en el suelo a los pies de la cama
y se dispuso a arrodillarse sobre el colchón, dejando sus pies fuera del mismo,
y situándose entre las piernas de su chico, que a pesar de tener un pene mucho
más modesto que el de su competidor, lucía ya una erección completa. Tiró de
las piernas de Alejo hacia abajo para dejarlo colocado de forma que ella
llegara con la boca a su miembro y al mismo tiempo el ciclista pudiera
penetrarla desde atrás permaneciendo en pie en el suelo. Cuando tuvo a su novio
en la posición deseada, elevó su pompis para ofrecérselo al dueño de la casa,
bajó su cabeza para buscar el pene de su chico y se lo metió entero en la boca
para deleite de ambos. Efectivamente, la diferencia de tamaño era considerable
y podía hacerlo desaparecer casi por completo dentro de su boca. Pero le
encantaba igualmente.
El ciclista, sin
necesidad de más instrucciones de ningún tipo, se dirigió a la parte posterior
de la cama, y al contrario de lo que pensó Alicia que haría nada más tener
acceso a su sexo, penetrarla, se arrodilló en el suelo y comenzó a chuparle
directamente la vulva como un desesperado. Le recorrió el sexo de arriba abajo
con la lengua, haciendo intentos por introducírsela todo lo que le era posible
y haciéndole cosquillas en el intento con la punta de la nariz en el ano.
Alicia se excitó ante la urgencia y la casi agresividad del chico por hurgarle
en su vagina y aún más al notar las presiones y roces sobre su puerta trasera,
aunque no quiso dar esperanzas de ningún tipo por ese lado. Tras los
lengüetazos y lamidas, el muchacho no se anduvo con miramientos y le metió dos
dedos de golpe en la vagina que casi hicieron que Alejo perdiera su pene debido
al sobresalto de Alicia. Si ella de por sí ya estaba excitada con toda la
novedosa experiencia que estaba viviendo, aquella violenta intrusión consiguió
que su sexo terminara de empaparse y comenzó a producir lubricante como si...